Los deseos concebidos (1982)


La sinopsis de Los deseos concebidos es la siguiente: “Erre, un adolescente que vive con sus tíos y una hermana casi ausente, es borrado de la nómina del liceo. De ahí en adelante se desliza como un autómata, por lugares donde la extrañeza apenas se oculta bajo una apariencia de normalidad. Este afuera desnudo lo arrastra hacia lo desconocido. Lo envuelve en situaciones dominadas por un aire de locura, ambiguos rituales olvidados, relaciones eróticas imposibles y un abrupto y misterioso crimen. De este viaje al final de la noche nace un clima de perturbación llevado al extremo, que revela la singularidad de un universo donde ninguna existencia puede arraigarse”1.

Esta sinopsis, en tono muy sancheano, se presenta como dislocada y abstracta. No sabemos, luego de leerla, de qué se trata el filme que estamos por ver. En ese sentido, la película va a reafirmar, de un modo particular, la representación del mundo que ya se anticipaba con su ópera prima realizada siete años antes; el delineamiento de un ritmo narrativo, que contiene elipsis y puntos oscuros, que no aclaran, debido a que operan a partir de secuencias extensas, a veces sin cortes, donde los personajes transitan sin un rumbo determinado. De todas maneras, se trata de una película más circular (en relación a su estructura y desarrollo) que Vías paralelas y El zapato chino, filmes anteriores. El trayecto narrativo será más fuerte y marcado, a pesar de que la idea de una cotidianeidad que deja de tener sentido –queda desprovista de sentido y carente de afectos– va a permanecer. En este filme seguimos a Erre, el protagonista, al que no cesan de sucederle cosas extrañas, y si bien hay múltiples personajes, que adquieren a ratos más y a ratos menos protagonismo, la narración nunca abandona a su protagonista; al joven Erre, estudiante de liceo, que ocupa su tiempo libre en fumar marihuana y en vagar por diversos espacios.

Los deseos concebidos, comienza con Erre llegando tarde a una clase en el liceo. Cuando entra a la sala, el profesor está dando las instrucciones para una prueba que tratará sobre dos temas, por una parte, sobre el libro El Quijote y, en segundo lugar, sobre su autor, Cervantes. El profesor lo trata con afecto, se burla cariñosamente de él, lo llama “el turista”, en referencia a sus constantes ausencias. Los alumnos, los compañeros de Erre, ríen. El ambiente es alegre y distendido, un colegio de hombres, donde el trato cotidiano funciona desde el chiste y la broma locuaz; donde hay una suerte de complicidad entre los estudiantes y su profesor de literatura. Podríamos decir que es un retrato afectuoso en torno a las mecánicas internas propias de un liceo de hombres, y dentro de eso, de un curso de adolescentes. Ese inicio es seguido de otra secuencia prolongada en que Erre y sus amigos inspeccionan unas plantas de marihuana que tienen guardadas en la sala del auxiliar del liceo, Mancilla. Este ambiente tranquilo y distendido se quebrará rápidamente en las secuencias que siguen, sin aviso ni motivos evidentes.

Los acontecimientos se despliegan de la siguiente manera: la hermana de Erre se va de la casa de los tíos, lugar en el que ambos habitan y en donde comparten una pieza, y ese acontecimiento (narrado sin drama) parece dejarlo vulnerable e indefenso. Luego, él abandonará también esa casa –y tanto la decisión de dejar el lugar familiar, como el momento en que se va, quedan fuera de campo–. Posteriormente, debido a sus numerosas y constantes ausencias, será expulsado del colegio, sanción que será extraña y simbólica, debido a que, a pesar de que puede ir a las clases, ya no aparecerá en los libros del liceo como alumno. Finalmente, Erre comienza a deambular entre una casa y otra, durmiendo en habitaciones y en camas distintas cada noche, enfrentándose a situaciones extrañas, inscritas en un mundo que, mayormente, pertenece a los adultos y a familias que no son las suyas. En este recorrido va dando cuenta de múltiples efectos sin las causas definidas; al menos no visiblemente definidas y dando paso a un movimiento incesante, al principio anecdótico pero que a medida que corre el metraje, se torna cada vez más violento y alienado.

Están presentes en el filme varios elementos de las poéticas débiles2, que se manifiestan, por ejemplo, en la fatiga de la anécdota, en la ausencia de una relación causal y, por el contrario, en la apertura vasta hacia un mundo de efectos sin causas determinadas ni definidas. Vemos la conciencia espacial, de la que habla Pablo Corro, potentemente establecida en la tensión entre los lugares exteriores (ciudad) e interiores (casa, liceo). Santiago aparece desde un constante fuera de campo. Está del otro lado de las puertas y de las ventanas. La apuesta por un Santiago en off que entra al campo desde un inventario de diversos sonidos, es un elemento sugerente de la época en la que se aloja esta película, a partir de la des-familiarización que produce la tensión constante entre lo visto y lo no visto; entre lo que se oye y lo que no se oye. Retomaremos el tema del espacio en un capítulo posterior, pero nos interesa instalarlo desde ya, porque es un ingreso posible en la obra de Sánchez: el de una espacialidad laberíntica e inconducente; centrípeta, al tiempo que permanece sin centro.

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1 Revisamos este resumen en el portal online www.cinechile.cl.

2 Pablo Corro elabora la noción de poéticas débiles inspirado en el filósofo italiano Gianni Vattimo, como autor que analiza los nuevos ámbitos donde la filosofía encuentra el ser o al menos donde se lo cuestiona, en el lenguaje, en los modos de consistencia de la vida cotidiana como sitio de ocurrencia de la autenticidad o de la inautenticidad, como la vida que se vive con propósitos, significados y fines impuestos por el sentido común.